SU ORIGEN

El Carmelo era sin duda, el monte donde numerosos profetas rindieron culto a Dios. Los principales fueron Elías y su discípulo Eliseo, pero existían también diferentes personas que se retiraban en las cuevas de la montaña para seguir una vida eremítica. Esta forma de oración, de penitencia y de austeridad fue continuada siglos más tarde, concretamente en el III y IV, por hombres cristianos que siguieron el modelo de Jesucristo.

En el siglo XIII, el Patriarca Latino de Jerusalén, delegado papal en Tierra Santa, les pidió a los ermitaños del Monte Carmelo que ordenaran su estilo de vida, lo cual se concretó gracias a los Papas Honorio III e Inocencio IV. De esta manera, nació la orden religiosa de los Padres Carmelitas, que se extendió por el mundo tanto en su rama masculina como femenina.

Posteriormente, en el siglo XVI, santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia es la reformadora del Carmelo descalzo reimpulsando la fuerza de su regla original, de oración y clausura. Y es así como se difunde a América.

Respecto del origen del mensaje de la Virgen del Carmen, este se da en Inglaterra. El domingo 16 de julio de 1251, san Simón Stock, Superior General de los Padres Carmelitas del convento de Cambridge, estaba rezando por el destino de su orden, cuando se le apareció la Virgen María. Ella iba vestida de hábito carmelita, llevaba al Niño Jesús en sus brazos y en su mano el Escapulario, que le entrega diciendo: “Recibe, hijo mío, este Escapulario de tu orden, que será de hoy en adelante señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los que lo vistan. Quien muriese con él no padecerá el fuego eterno. Es una señal de salvación, amparo en los peligros del cuerpo y del alma, alianza de paz y pacto sempiterno.”

DEVOTOS

En la época de los Cruzados, el patriarca latino de Jerusalén, san Alberto, dio a los ermitaños del Monte Carmelo una regla religiosa en el año 1212. Se cuenta que el carmelita san Simón Stock pasó por este monte antes de su célebre visión del escapulario carmelita.

También subió en peregrinación a esta santa montaña el rey san Luis de Francia en el año 1254, en acción de gracias por haberse salvado de un naufragio. Con la caída de la ciudad de San Juan de Acre en 1291 vino la persecución árabe que causó el martirio de no pocos religiosos. Por la invasión de los sarracenos, los Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua tradición dice que antes de partir se les apareció la Virgen mientras cantaban el Salve Regina, y ella prometió ser para ellos su Estrella del Mar. Por ese bello nombre también se conoce a la Virgen.

Después de una larga interrupción de la vida monacal en la montaña, que dio ocasión para la expansión del ideal carmelitano por el Occidente, regresaron los religiosos del Carmen al Monte Carmelo, entre los siglos XVI y XVII.

Desde el siglo XVI -que es cuando se extiende por toda la cristiandad el uso del escapulario del Carmen- casi todos los papas lo han vestido y propagado. El papa Juan Pablo II, que era terciario carmelita, ha recordado en diversas ocasiones que vestía con devoción, desde niño, el escapulario del Carmen.

En un mensaje radiofónico del papa Pío XII, con ocasión de la clausura del Congreso Mariano nacional de Colombia, el 16 de julio de 1946, su Santidad manifestaba: “¡La Virgen del Carmen, patrona de la gente de mar, que confía su vida todos los días a la inestabilidad de las olas y del viento! Desde nuestro puesto de timonel de la barca de Pedro, cuando sentimos rugir la tormenta y vemos saltar ante nuestros ojos el furor de la marejada, que querría dar al traste con nuestro batel, alzamos la mirada, serenos y confiados, a la Virgen del Carmen y le pedimos que no nos abandone. Y aunque el infierno no cese en sus asaltos y la violencia, la audacia y el furor de las fuerzas del mal aumenten siempre, mientras contemos con su poderoso patrocinio jamás dudaremos de la victoria.”

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